Anon “Sin identidad” y el fin de la privacidad
- J.D.J
- 13 may 2020
- 5 Min. de lectura
I give the fight: let there be an end,
A privacy, an obscure nook for me.
I want to be forgotten even by God”
Robert Browning
Paracelsus (1835)
Traducción:
“Renuncio a la pelea: que haya un final,
Privacidad, un rincón oscuro para mí.
Quiero ser olvidado, incluso por Dios”
Robert Browning
Paracelsus (1835)
Alerta de Spoilers para quienes aún no la vieron (La pueden ver en la plataforma de Netflix)
En esta peculiar película escrita y dirigida por Andrew Niccol el mismísimo director de obras aclamadas por la crítica como “Gattaca” y guionista de una de mis favoritas “The Truman show”
Y dado que particularmente en estos días me vengo sintiendo un poco como Truman, formando parte de un gran espectáculo, sin muchos preámbulos me voy a arriesgar a hacer un detenido análisis sobre esta película Anon (Anónimo en Latinoamérica)
Anónimo, la palabra etimológicamente proviene del griego «ανωνυμος» (anōnymos) compuesto del prefijo griego «αν» (án) privativo sin y «ονυμα» (onyma) nombre.
¿Puede haber crimen sin autor? Se pregunta el detective Sal Frieland.
En un futuro (similar al de estos días que corren) no existe la privacidad y por obtener un poco de la misma se paga muy bien, ¿alguna vez pensamos que esto sería posible? Tener que pagar para librarnos de la Big Data.
Casi es inimaginable pensar en un mundo despojado totalmente de la privacidad, o ¿no?, ¿es posible vivir sin privacidad?
Pensar en eso produce hasta cierto escozor en el cuerpo, puesto que día a día vivimos al acecho constante de la aparición de algún nuevo gadget, sea este un dispositivo o plataforma, que nos invita a probar hasta donde estamos dispuestos a entregar “nuestra libertad” desde el requisito de un nombre de usuario y una contraseña nos inventamos que las cuentas que decidimos crear para mantenernos ONLINE a la vista de todos, me hace recordar a ese sistema visiblemente invisible en la película, el ETER y el Ojo Mental, algo que no vemos, pero sabemos que esta controlándonos permanentemente, ¿les suena a algo? Les daré una pista con nombre de autor: George Orwell ¡Si! Adivinaron, “el Gran Hermano te observa” No es un ente, es esa presencia constante que hace ecos desde su invisibilidad, muchos son los usuarios que eligen esta opción “modo invisible” para poder fisgonear sin ser detectados, o esconderse de la mirada indeseada de algunos.
En Anon el Éter y su chip instalado del Ojo Mental está controlando la conducta de las personas, es un sistema (al modo de una prisión) que fue creado con la finalidad de abolir todo acto criminal. La mejor forma de encierro no es creando plataformas de hormigón, sino un único y exacto sistema de control “creando una conciencia del crimen” es decir, en esta distopía, ya nadie se atrevería a cometer delitos, puesto seria borrado totalmente del sistema, no obtendría ningún tipo de beneficio, solo seria eliminado, como si jamas hubiese existido, sin dejar ningún rastro, peligroso si pensamos que un crimen es un acto , mas allá de la transgresión de las leyes, que implica algo de un sujeto, por eso es acto, de ahí la famosa frase “actor del hecho” es un sujeto que actúa, deja tras el mismo una marca que lo destierra del mundo de los controlados, los que, por así decir, respetamos las normas, contrato social dirá aquel viejo filosofo francés (Rousseau)
Es aquí donde me gustaría detenerme a pensar en ese acto que comete nuestra protagonista Anon, la hacker, interpretada excelentemente por Amanda Seyfried, una “criminal” que desde el anonimato ayuda a otros a borrar episodios indeseables de los cuales se arrepienten y en algunos casos les avergüenza.
Entonces viene la pregunta cómo hacerle frente a ese sistema (Éter) que le todo lo ve y todo lo controla, parece una tarea imposible ¿no?
Paul Preciado en su artículo “aprendiendo del virus” publicado en El país (28 de marzo 2020) nos invita a ir preparándonos para cierta revolución, la revolución de los cuerpos controlados por la cibervigiliancia digital, que bien podría ser ese aire (Éter) que respiramos, ese aire contaminado que produjo el coronavirus, y del que nadie puede escapar sin usar una máscara. Preciado, en esta misma línea nos alerta que las mascaras que se nos han implementado desde hace tiempo son los distintos dispositivos de los que dependemos para vivir, vale aclarar, vivir conectados, hiperconectados, ahora más cerca que nunca, gracias a la globalización y su proclive propuesta de convivir en una aldea global, nos ha preparado para aceptar sin darnos cuenta este GRAN ENCIERRO, una prisión que la llevamos a cuestas, en la propia piel diría Preciado, nunca mejor dicha la frase se “cuando ya no se tiene dientes la carne debe ser suave” de hace bastante que venimos masticando este nuevo orden mundial, que nos quiere condenar a la sumisión, ¿se lo permitiremos?
Si ya no se puede respirar aire puro, ni salir a hacer huelgas ni manifestaciones, no puede hacer reuniones, ni se puede prescindir de las mascaras, ¿solo nos queda achicarnos a la situación? Someternos al Éter, sin más…
Recordemos que, segun Higino el origen del Eter provenia del caos y la oscuridad, lo que esta mas allá del firmamento, mas allá de los dioses, es quien reina los cielos del Olimpo
Siempre fuimos un poco borregos los seres humanos, pero lo que logró el coronavirus fue que acataramos la orden de un estado de excepción cuasipermanente, porque si bien el virus se ira, tarde o temprano, las marcas de sus secuelas a nivel socio-cultural y subjetivos quedaran y deberemos pensar en estrategias para liberarnos de esas ataduras digitales. Hay quien rezó una vez “el hombre es un ser social por naturaleza” (Aristóteles 384-322, a. de C.) y el que propuso esto quizás jugó con esa paradoja encerrada en la misma frase, pues el hombre de natural poco le queda, quizás nos salve ese único anhelo “natural” de, como mamíferos, conformar manadas, seguir el rebaño, en una situación de estado excepcional, puede salvarnos o llevarnos directo al matadero.
Anon puede escaparse, desde su anonimato, de ser perseguida y por ende ejecutada por tal traición, DE NUEVO UNA MUJER PONE EN DUDAS A TODO UN SISTEMA, en la historia siempre habrá una Eva que lo cuestione todo, ¿será que las mujeres somos mas curiosas por naturaleza? ¿Será ese nuestro pecado? Pecado que en este caso vale la pena desafiar, pues es el precio que habrá que pagar por un poco de libertad, ni borregas, ni sumisas. Por eso creo que el director hizo muy bien su trabajo al elegir como antagonista a una mujer, ya que al final, la decisión mas cuerda es la que toma Anon (esa mujer de quien nadie, ni el propio Éter, sabe su “verdadera identidad”) aquel enigma que mas de una vez deja en un estado de atonismo a nuestro detective protagonista, quien quiere descubrir la identidad de esa mujer detrás de la máscara, no para amarla, sino para arrestarla, digno de los borregos.
En una sociedad que todo lo controla, cada paso, cada mueca, cada respiración y cada beso que damos, me pregunto ¿si es posible escapar (se)? Nos llegan noticias del otro extremo del planeta donde ya han comenzado a fabricar lechos para enfermos, valga decir infectados, que en un tris se convierten en ataúdes, la realidad también supera al surrealismo, por un bajo costo, realizado con un material de cartón usted puede obtener su propio cajoncito.
Definitivamente prefería ver y analizar las películas de ciencia Ficción antes que estar viviéndolas, calculo que a muchos les estará pasando lo mismo.
En fin me despido con la hermosa lírica donada por una poeta de la ostia (Gata Cattana) que dice:
“A mí me gusta cuando te revolucionas Hay que ver, qué malas que son algunas personas No sé, tampoco tengo to' las soluciones No sé por qué se lo toman a traición”
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